Una vez tuve un novio italiano. Uno al que, con las tonterías propias de la edad, mi amiga Marga y yo, nunca conseguimos llamar por su nombre, él era simplemente "el italiano", como en una película en blanco y negro. Todo esto pasó cuando yo aún no tenía uso de razón (¡18 años!), cuando era la más ingenua entre las ingenuas y me lo creía todo. Y por creer, creía hasta que me casaría de blanco y con un vestido de princesa de cuento.
- Bonito comienzo de post Ivana... Ah no, espera, sigo siendo igual de ingenua pero ya no me apetece vestirme de princesa, me da una pereza terrible.
La obtención del uso de razón en mí fue muy posterior al novio italiano y tuvieron que pasar un par de novios más hasta que, de repente y sin hacer ruido como un pajarito, la razón llegó. De repente, maduré (Ay no, espera, rebobinemos... La madurez sigue quedando un poco lejos, aparece sólo por instantes, que yo lo que quiero es divertirme todo lo que pueda y el término madurez da demasiado vértigo) ¿Podemos aplazar la madurez 10 añitos más?
Y no, no me he casado, no sé si hacen trajes de boda más allá de la talla 42 y no quiero averiguarlo.
De mi pasión por Italia queda el arte, el recuerdo del medio novio italiano, los dulces que me gusta preparar (con la ayuda del talento portentoso de mi prima) y el sueño de tener una casita de vacaciones en la Toscana algún día.
Ingredientes para los struffoli (dulce napolitano típico de la Navidad):
250 gr. harina
2 huevos y una yema
50 gr. azúcar
La ralladura de media naranja grande
1/2 cucharadita de levadura
1/2 cucharadita de vainilla en polvo
1/2 cucharadita de limoncello
Preparación:
Triturar en el robot de cocina el azúcar y la ralladura de la naranja para que quede sumamente fino, casi polvo.
Poner la harina en forma de volcán y situar en el centro los huevos, el azúcar y la piel de naranja, la levadura y la vainilla. Amasar hasta obtener una masa homogénea, añadir el limoncello y seguir mezclando para emulsionar con la masa (podéis hacerlo también con la pala de la batidora a velocidad media)
Dejar reposar la masa al menos media hora. Separar una bola de masa que nos quepa en la mano y enrollarla haciendo canutillos largos de 1/2 cm. Hacer lo mismo con la masa restante. Cortar las tiras en pequeños trozos e ir haciendo bolitas con todos los canutillos que hemos formado (tenemos que intentar que sean bien pequeñitas porque al freírlas después, se agrandarán un poquito)
Calentar aceite y cuando esté bien caliente, ir tirando las bolitas y retirarlas rápidamente (tardan sólo unos segundos en subir a la superficie y agrandarse) para dejarlas secar sobre un papel de cocina.
Una vez todas fritas, calentamos 150 gr. de miel y, una vez retirada del fuego, añadimos las bolitas en la miel y mezclamos bien. (también podéis añadir una cucharadita de ron o limoncello a la miel, pero yo he preferido dejarlas tal cual)
Podemos decorar con nonpareils, fideos de chocolate o cualquier sprinkle que se os ocurra. Queda muy bonito disponerlas en pirámide en el centro de la mesa y coronarlas con algún tipo de decoración comestible (pero a mí no me ha dado tiempo porque sólo ha quedado un platito pequeño para poder hacer las fotos)
Y como ya empieza la carrera de postres hacia San Valentín, mi decoración ha sido de nonpareils rojos y corazones blancos.
Espero poder tener tiempo suficiente para hacer todas las recetas que tengo en mente porque las fiestas navideñas no me han dejado hornear lo suficiente.
La próxima entrada será un carrot cake, mi bizcocho de zanahoria definitivo.
Un beso enorme y mil gracias por estar aquí!!!