Éste será quizás el post más difícil que escribiré jamás, pero he recibido tantos mensajes pidiendo que lo hiciera, que por fin he decidido lanzarme a explicar mi experiencia. Voy a ilustrar estas líneas con una receta bastante más ligera y saludable que las de costumbre, tal vez porque la circunstancia de narrar cómo conseguí adelgazar 50 kg en 1 año y medio merece este tipo de preparación.
Jamás he sido una persona delgada. Nunca. Y me he pasado la vida luchando contra ello, contra la convicción que tenía firmemente anclada en mi interior de que si no era una persona esbelta, no valía lo suficiente.
Tengo una constitución de huesos anchos (según palabras coloquiales de una especialista en estética, yo parto de una "caja ancha" -los genes mandan) y eso hará que jamás pueda parecer una modelo de pasarela a pesar de mi altura. Durante toda mi existencia he probado infinidad de dietas: de las de contar calorías, de las proteicas, de "colores", depurativas... Ninguna de ellas funcionó de verdad porque, aunque mi voluntad es férrea, cuando volvía a comer con normalidad (una dieta de 1200-1500 calorías) engordaba irremediablemente. Había desistido de analizar mi metabolismo lento y no entendía por qué a pesar de pasar hambre, no conseguía mantener un peso estable razonable. Lo que yo veía en el espejo, ya no era yo. Era un yo aumentado y corregido que huía de todas las fotos.
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Dos imágenes del tope de peso al que llegué. La primera en la presentación de libro de Julia de
Postreadicción. La segunda en el stand de Kenwood en plena demostración de la feria BCN&CAKE:
Un año antes del cambio que soñaba.Ya no me da vergüenza mirarlas, no tengo miedo al estigma.
El hoy y el mañana lo son todo.
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Tal vez os sonará a cuento de hadas pero un día "desperté" y con algo de ayuda psicológica entendí que el problema no estaba tanto en mi cuerpo sino en mi cabeza. Estaba enferma y todas las enfermedades psicosomáticas que tenía eran la consecuencia directa de una vida a medias, incluso la obesidad lo era. Una enfermedad psicológica. Rompí con todo lo que emocionalmente me frenaba y decidí hacer caso. Por una vez en mi vida, acepté un consejo ajeno aunque a priori no me creyera ni una sola letra y dejé mi tozudez a un lado. Le puse mucha fe. Decidí mirarme al espejo y reinventarme. Ya era hora de volver a ser la persona que quería ser.
Todo fue bastante fácil cuando cambié mi mente -no os mentiré. Empecé a tomarme una hora y media al día para caminar a ritmo rápido en la playa. Al principio fue muy duro pero no dejé de hacerlo ningún día durante los 8 primeros meses. Me daba igual que lloviera, granizara o hiciera un calor asfixiante. Aquel era mi momento y lo disfrutaba, era tiempo para mí, lo veía como el momento que el universo me regalaba para tomar decisiones complicadas, para pensar, para ilusionarme, para sonreír e incluso para llorar. Ponía la sesión de música en los auriculares y caminaba viendo el paisaje, observando e incluso fotografiando con el móvil las pequeñas cosas que en los últimos años no me había parado a observar (las flores, los insectos, las olas, el sol, las nubes, la lluvia...)
No hacía una dieta estricta pero después de aquellas primeras caminatas en la playa empecé a perder el apetito. De hecho, cuando terminaba la sesión (-Ivana, hoy has hecho un kilómetro más) me sentía tan poderosa que me creía capaz de todo. Reconozco que comí realmente poco en esa época si lo veo con perspectiva -no os engañaré. Pero no lo hacía tanto por adelgazar sino porque mi cuerpo me estaba pidiendo muy poco en ese sentido.
Empecé a bajar de peso muy rápido (demasiado) y conforme lo iba haciendo, tomé conciencia de que debía controlar un poco más mi alimentación. Comía poquísimos hidratos de carbono, por ejemplo, pero jamás dejé de controlar mis análisis médicos y nunca estuve baja de absolutamente nada. Tan sólo decidí no guiarme por una dieta estricta impuesta, quería ser la dueña de mi vida, hacerlo por mí misma. Me lancé a escuchar lo que mi cuerpo quería y él me pedía ejercicio, no que me matara de hambre.
No soy ninguna experta en nutrición y lo que yo os diga por supuesto que no va a ninguna misa. Lo único de lo que os diré que creo que es ciencia cierta, es que el deporte es mágico para lo que yo tenía. Una hora al día puede ser suficiente para cambiar vuestra vida física y psicológicamente.
Os voy a resumir lo que he aprendido sobre mi cuerpo en estos meses:
- Tengo un metabolismo que quema muy lentamente, por tanto, debo intentar compensar lo que como con el ejercicio que hago. De este modo, si he caminado o corrido mucho durante el día y sé que el gasto energético ha sido considerable, me permitiré consumir más hidratos que si me hubiera pasado la mañana entera frente al ordenador.
- Los hidratos de carbono los consumo básicamente por la mañana y a partir del mediodía, la mayoría de lo que ingiero son frutas, verduras y proteínas.
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El proceso de cambio empezó en septiembre de 2015. En febrero de 2016 ya había perdido algo
más de 30 kg. No tengo ninguna imagen de mi cara de la primera época porque odiaba lo que veía
a través de la pantalla. Todas las fotos que me hacía para perfiles eran de eventos profesionales. |
- Como más de cinco veces al día para mantener mi metabolismo en funcionamiento. De hecho parece que siempre estoy masticando algo, pero la verdad es que calóricamente la suma funciona.
- Desayuno tres veces. A las 6:30 de la mañana me tomo un café con leche (leche desnatada y sin lactosa) y una tostada con pavo y queso bajo en grasa, siempre aliñada con aceite de oliva virgen. A las 9 suelo tomar otro café con leche y una barrita saciante de chocolate (de las que no sacian nada pero tienen buen sabor -qué le vamos a hacer) Si desayuno fuera de casa me permito un bocadillo porque la tostada de la mañana me sabe a poca cosa. A las 12 suelo tomar una pieza de fruta.
- Mi comida de mediodía suele ser una ensalada o verdura al vapor, al horno o la placha. Y siempre un segundo plato de carne (a veces paso del primer plato y como sólo proteína y yogur -mal hecho)
- Meriendo fruta, yogur o tostadas de maíz con chocolate.
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Imágenes de la sesión de fotos para la portada del libro. JULIO 2013 |
- Ceno muy temprano, a las 8 de la tarde la mayoría de días y casi siempre soluciono la cena con carne o pescado y algo de fruta.
- Antes de acostarme me tomo un vaso de leche, un yogur o una pastilla de chocolate y de esta manera son menos las horas que mi organismo está sin ingerir alimentos.
- Intento no pesarme más de una vez al mes y siempre a la misma hora, a la primera de la mañana.
- Si tengo ansiedad por la comida (hay momentos en los que un@ es mucho más vulnerable) lo soluciono comiendo fruta o dándome un capricho en forma de pastilla de chocolate de 80% cacao (alguna vez son dos, lo reconozco)
- No como bollería (puedo hacer una excepción algún día, pero es sólo eso, un extra)
- No hago caso a los que me dicen que no debo comer fruta por la tarde y que no puedo desterrar de mi dieta diaria la pasta y el arroz. Ante la desaprobación ajena, consulté a un buen especialista y su respuesta al ver mis análisis de sangre fue: "Dime exactamente todo lo que comes". Se lo expliqué detalladamente y me dijo que no me preocupara. Que en muchas de las cosas que yo tomaba (la leche de mis cafés con leche aunque fuera desnatada y sin lactosa) había hidratos de carbono y que, si mi organismo no quemaba al mismo ritmo que otros, no pasaba nada por hacer una dieta baja en hidratos. Son necesarios, sí, pero todo depende de tu gasto energético.
- El fin de semana me lo tomo mucho más a la ligera. Me tomo una copa de vino si me apetece y como lo que en una reunión social se suele comer (si hay fritos, rebozados, salsas, arroz, pasta, pizza o cualquier cosa que no me permito entre semana, lo celebro) Pero suelen ser tan sólo un par de comidas a la semana en las que hago un poco lo que quiero, incluso disfrutar un buen postre.
- Si un día me paso de la raya intento no compensar al día siguiente por no caer en pleno trastorno alimentario. La política de compensación no me funciona en absoluto, sólo me genera ansiedad y... ¿Por qué? ¡Si tengo todo el tiempo del mundo! ¡Qué más dará si hoy peso un kilo más! Tengo el resto de mi vida para ser consciente de ello y trabajarlo.
Antes os he dicho que me he pasado la vida luchando contra la realidad de no ser la persona delgada que todos esperan. Hoy puedo decir que he cambiado, que ya no lucho contra mí misma, trabajo conmigo y con la convicción de ser la mejor persona que puedo ser vista desde mis propios ojos. Y sigo esforzándome duro para mejorar. Por mí. Porque me lo merezco.
Tatin de verduras
Ingredientes para la masa quebrada:
250 gr harina
125 gr mantequilla
60 ml agua
1 pellizco de sal
Preparación:
Tamizamos la harina.
Cortamos la mantequilla fría en dados y vamos incorporando a la harina manualmente.
Añadimos el agua y trabajamos hasta que la masa esté incorporada.
Hacemos una bola y tapamos con papel de film.
Dejamos reposar 5 minutos y estiramos con un rodillo sobre la encimera (con la ayuda de un poco de harina para que no se nos pegue a la superficie)
Llevamos a la nevera sobre un papel de hornear y dejamos enfriar por lo menos una hora.
Ingredientes para el relleno:
2 berenjenas pequeñas
1 calabacín
5 tomates medianos
Preparación:
Cortamos las verduras en anillos de medio centímetro de grosor y vamos colocando sobre nuestro molde antiadherente como se aprecia en la imagen.
Una vez dispuestas, aliñamos con un poco de sal, pimienta y un chorrito escaso de aceite de oliva virgen.
Retiramos nuestra masa de la nevera y esperamos 5 minutos (estará muy dura y no la podremos manipular)
Retiramos del horno y esperamos 5 minutos.
Le damos la vuelta y dejamos enfriar sobre el plato. Consumimos templada.
Para darle un toque de sabor, yo la he aliñado con un poco de sal en escamas al limón como veis en la primera foto. Podéis incluso acompañarla con unas escamas de parmesano o con queso Emmental y gratinarla un par de minutos para que coja un poco más de color.
Pd. Este post es tan sólo una experiencia, no un decálogo de las cosas que debéis hacer para adelgazar. Yo hice cosas bien e hice algunas mal, soy muy consciente de ello. Haced algo de deporte, no hace falta que os volváis fanáticos de las maratones, con caminar a ritmo una hora al día tenéis una buena ración de energía extra. Poneos en manos de especialistas en nutrición y aprended a conocer vuestro cuerpo, es muy importante entenderlo para curarlo.
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Estas son mis imágenes más actuales. Sin miedo al selfie, sin miedo a posar y con la firme
proposición de no volver a olvidarme de sonreír jamás. |
¿Lo que ha sido más importante para mí? Curar el corazón: jamás dejéis que os afecten los juicios ajenos sobre vuestro físico, no permitáis que nadie os infravalore por no llevar una mini talla y sobre todo, nunca os maltratéis a vosotros mismos para gustar a los demás. No funciona. Las personas que quieren de verdad tienen la capacidad de ver más allá. El resto, ni os interesa, ni los querréis cerca, ni os aportarán felicidad alguna. Jamás podréis cambiar a una persona que os estigmatiza constantemente. La persona a la que debéis cuidar tiene nombre propio y en mi caso se llama Ivana. Cuando uno se maltrata a sí mismo y no quiere pararse a descubrir todo lo bueno que tiene dentro y fuera (sea por el motivo que sea) tampoco es capaz de verlo en nadie más. ¿El secreto? Conocerse, controlarse y por encima de todo, quererse.
Pd2. Tengo este texto escrito desde hace unos días y ayer noche cuando lo estaba revisando para publicarlo hoy, entré en facebook y vi el
nuevo post de Pablo Arribas de
El Universo de lo Sencillo . Qué bien ha definido algunas de las cosas que yo tan sólo he insinuado en este post -pensé. No dejéis de leerlo. Os va a encantar y más importante aún, os va a ayudar.